Los relojes inteligentes han ganado popularidad como herramientas para el monitoreo de la salud personal, ofreciendo mediciones en tiempo real de frecuencia cardiaca, saturación de oxígeno (SpO2), presión arterial, gasto calórico y calidad del sueño. Sin embargo, la precisión de estos dispositivos sigue siendo cuestionada por expertos en salud, quienes advierten sobre sus limitaciones en la recopilación y análisis de datos biométricos.
Un estudio publicado en The Lancet Digital Health (2023) evaluó la precisión de los sensores de distintos modelos de relojes inteligentes, encontrando variaciones de hasta el 10% en la medición de la frecuencia cardiaca y un margen de error superior al 15% en la saturación de oxígeno en comparación con oxímetros clínicos de referencia. Investigaciones similares realizadas por la American Heart Association han advertido que los dispositivos comerciales no son sustitutos de herramientas médicas de diagnóstico.
En el caso del análisis del sueño, un estudio de la National Sleep Foundation comparó los datos de polisomnografía (método estándar en el diagnóstico de trastornos del sueño) con los reportes de varias marcas de smartwatches, determinando que la precisión en la detección de las fases del sueño varía entre un 60% y 80%. Esto sugiere que los relojes inteligentes pueden proporcionar una visión general, pero no sustituir pruebas clínicas.
Si bien los relojes inteligentes han avanzado significativamente en la medición de biomarcadores, continúan presentando imprecisiones que podrían llevar a interpretaciones erróneas sobre la salud del usuario. Se recomienda su uso como complemento, mas no como herramienta diagnóstica primaria.