La formación de los profesionales sanitarios está en el centro de un debate crucial en la actualidad. Cada vez más, los médicos, enfermeros y demás trabajadores del sector salud hacen un llamado a las universidades para que su enseñanza no se limite únicamente al conocimiento técnico o científico. “Es imprescindible que se fortalezca el componente humanista”, comenta una enfermera con más de 10 años de experiencia en hospitales públicos.
Esta exigencia responde a un contexto donde la calidad de la atención médica ya no se mide solo por los avances tecnológicos o el dominio clínico, sino también por la capacidad del profesional para entender, escuchar y acompañar al paciente. Según datos recientes, la insatisfacción de los usuarios con la atención sanitaria está relacionada en buena medida con la falta de empatía y comunicación, factores que impactan directamente en los resultados terapéuticos.
En el entorno hospitalario, la empatía no es un lujo sino una necesidad. “Un médico que sabe escuchar y transmitir confianza puede marcar la diferencia en la recuperación del paciente”, señala un especialista en medicina familiar. La comunicación efectiva también es vital para aclarar dudas, explicar procedimientos y generar un vínculo de confianza que favorezca la adherencia a tratamientos.
Además, la colaboración entre distintos profesionales, como médicos, enfermeros, psicólogos y trabajadores sociales, requiere habilidades para el trabajo en equipo. En este sentido, las universidades deben preparar a sus alumnos para integrarse en equipos multidisciplinarios que respondan a la complejidad creciente de las enfermedades y los cuidados.
No menos importante es la gestión emocional. El estrés y la carga emocional en el sector salud son reconocidos como factores de riesgo para la salud del propio profesional y para la calidad de la atención. Por ello, formar en resiliencia y manejo del estrés debe ser parte de la educación sanitaria.
La comunidad universitaria enfrenta ahora el reto de revisar y adaptar sus planes de estudio. Si bien muchas instituciones han comenzado a incluir módulos de comunicación o ética médica, los especialistas coinciden en que todavía queda mucho por hacer para integrar las habilidades humanas como un eje transversal.
En algunos países, se han implementado experiencias piloto con resultados positivos, donde se combinan métodos tradicionales con simulaciones clínicas centradas en la interacción con pacientes y talleres de inteligencia emocional. Sin embargo, el alcance aún es limitado y no llega a todos los estudiantes.
En foros recientes, profesionales y estudiantes han manifestado su inquietud por la falta de preparación para enfrentar los retos emocionales y sociales de la profesión. “Nos enseñan mucho sobre anatomía y fisiología, pero poco sobre cómo manejar una conversación difícil o cómo lidiar con el sufrimiento”, expresa un estudiante de medicina en su último año.
Otros profesionales proponen una mayor articulación entre universidades y centros de salud para que la formación práctica refleje estos valores. La mentoría, el acompañamiento durante las prácticas clínicas y la evaluación continua de competencias blandas aparecen como herramientas clave.
La importancia de este cambio educativo va más allá de la formación académica. Una atención sanitaria que valore y potencie las habilidades humanas se traduce en mejores experiencias para el paciente, mayor adherencia a tratamientos, y resultados clínicos más favorables. A nivel social, contribuye a restaurar la confianza en el sistema sanitario, muchas veces cuestionada por la despersonalización o el trato burocrático.
El principal desafío para las universidades es adaptar sus recursos, formar a los docentes y renovar sus metodologías para una enseñanza más integral. La inversión en tecnología y espacios para prácticas, así como la inclusión de profesionales expertos en comunicación y psicología, también son claves.
No obstante, el consenso es claro: la formación sanitaria del futuro debe incluir el desarrollo de competencias técnicas y humanas de manera equilibrada. Solo así se podrá formar a profesionales capaces de responder a las demandas de un sector en constante transformación y con un enfoque centrado en la persona.
Fuente: Redacción Médica