La educación atraviesa uno de sus momentos más desafiantes y decisivos. En medio de debates sobre contenidos, metodologías y convivencia, surgen voces que invitan a mirar más allá del currículo y a reflexionar sobre el verdadero propósito de la escuela. Una de esas voces es la de Yolanda López, doctora en Educación y profesora en la Universidad Complutense de Madrid, quien plantea una visión clara: repensar la escuela desde los principios de equidad, inclusión y transformación social.
En una reciente entrevista con El País, López compartió su mirada crítica pero esperanzadora sobre el sistema educativo español. Su enfoque parte de una premisa poderosa: la escuela debe ser mucho más que un espacio de transmisión de conocimientos. Para ella, la educación debe ser una herramienta para combatir la desigualdad, generar comunidad y construir ciudadanía.
Uno de los principales puntos que Yolanda López cuestiona es la noción tradicional de “excelencia académica” como único indicador de éxito educativo. A su juicio, se trata de un concepto que muchas veces refuerza la exclusión, al centrarse en resultados medibles y comparables que no siempre reflejan las trayectorias ni las condiciones reales del alumnado.
“El sistema educativo actual valora más al estudiante que encaja en un molde homogéneo, dejando fuera a quienes aprenden de manera distinta o enfrentan realidades complejas”, señala López. Por ello, propone una mirada más amplia que contemple las múltiples formas de aprender y que ponga el foco en la diversidad como una riqueza, no como un problema.
Lejos de limitarse al rendimiento académico, la doctora enfatiza la necesidad de concebir la escuela como un espacio de cuidado. En este sentido, advierte sobre el riesgo de convertir las aulas en entornos competitivos que ignoran las necesidades emocionales y sociales de estudiantes y docentes.
“Muchos profesores sienten que deben responder a lógicas productivistas que les impiden acompañar adecuadamente a su alumnado”, afirma. Frente a ello, defiende un modelo educativo que recupere el sentido ético y afectivo de la enseñanza. Es decir, una escuela que no solo forme mentes, sino también vínculos.
La propuesta de Yolanda López no desconoce los desafíos estructurales. Lograr una educación realmente inclusiva y equitativa implica, según ella, cambios profundos en la formación docente, en los materiales escolares, en la gestión de recursos y en las políticas públicas.
Uno de los mayores retos es romper con la segmentación del alumnado, que suele reproducir desigualdades sociales. López cuestiona prácticas como los agrupamientos homogéneos o la derivación temprana de estudiantes a programas especiales sin haber agotado antes todas las posibilidades de acompañamiento dentro del aula ordinaria.
Además, plantea la urgencia de revisar el papel de los libros de texto y otros materiales pedagógicos. “Hay que preguntarse qué historias contamos, desde qué voces y qué cuerpos están representados”, dice. Para ella, la invisibilización de ciertas identidades dentro del currículo escolar contribuye a sostener dinámicas de exclusión.
Otro punto central en su discurso es el rol del profesorado. Yolanda López sostiene que los docentes necesitan más apoyo, formación y tiempo para desarrollar su labor con profundidad. “La precariedad, la sobrecarga y la falta de reconocimiento afectan su capacidad para ser verdaderos mediadores del aprendizaje y la inclusión”, advierte.
No se trata de cargar más responsabilidades sobre el profesorado, sino de empoderarlo. Esto implica replantear los modelos de evaluación, fomentar el trabajo colaborativo y garantizar espacios reales de reflexión pedagógica. Según López, la transformación educativa no será posible si no se sitúa a los docentes en el centro de la política educativa.
Más allá del ámbito escolar, Yolanda López llama a toda la sociedad a involucrarse en el debate educativo. A su entender, construir una escuela más justa no es solo tarea de maestros y estudiantes, sino de todos los actores sociales, desde las familias hasta los responsables políticos.
“No podemos seguir pensando que los problemas de la escuela se resuelven dentro de la escuela. Necesitamos un compromiso colectivo que reconozca el valor público de la educación”, concluye. Su propuesta es clara: una escuela inclusiva no es una utopía, sino una necesidad urgente.
Fuente: El País