Con el avance de tecnologías como la inteligencia artificial generativa, la automatización y el análisis de datos, se podría pensar que dominar competencias técnicas será la garantía de una carrera exitosa. Sin embargo, una investigación reciente de Harvard Business Review indica que habilidades blandas fundamentales —como colaboración entre equipos, pensamiento matemático, adaptabilidad al cambio— tienen un papel incluso más decisivo tanto para individuos como para organizaciones.
El estudio analiza grandes volúmenes de datos sobre desempeño laboral, estructuras organizativas y resultados de empresas para determinar qué combinaciones de habilidades y tecnologías impulsan realmente la efectividad. Los resultados sugieren que quienes integran soft skills de forma consistente en sus prácticas laborales no solo se adaptan mejor a entornos inciertos sino que también aprenden más rápido e innovan con mayor frecuencia que quienes se centran principalmente en habilidades técnicas.
Entre las habilidades que más resaltan en el estudio están la colaboración efectiva y la adaptabilidad. La colaboración es valorada no solo como comunicación clara sino como capacidad de trabajo conjunto, resolución de conflictos, empatía y compartir responsabilidad, lo que fortalece la resiliencia del equipo frente a cambios inesperados.
La adaptabilidad emerge como otra destreza crítica: estar dispuesto a aprender nuevos métodos, ajustar prioridades cuando las condiciones cambian, y no aferrarse a rutinas obsoletas. En un mundo donde los mercados, las tecnologías y las expectativas laborales evolucionan con rapidez, esta flexibilidad marca una diferencia tangible en desempeño y satisfacción profesional.
Aunque parezca sorprendente que algo que suena puramente técnico esté entre las soft skills, el estudio lo incluye porque implica lógica, razonamiento cuantitativo y capacidad de tomar decisiones basadas en datos. Personas que poseen pensamiento matemático pueden interpretar métricas, evaluar riesgos y formular soluciones más robustas, lo que les permite navegar mejor los escenarios complejos que hoy predominan en muchas empresas.
Para profesionales, esto implica que invertir en habilidades blandas es tan importante como actualizar conocimientos técnicos. La formación continua debe incluir no solo cursos de herramientas digitales sino también talleres de colaboración, gestión emocional, pensamiento crítico, resolución creativa de problemas y adaptación al cambio. Aquellos que combinen lo técnico con lo interpersonal estarán mejor posicionados para oportunidades de liderazgo y trabajos que requieran innovación.
Para las empresas, esto supone repensar los procesos de contratación, capacitación y evaluación. Ya no basta con listar programas de software o lenguajes de programación. Evaluar soft skills en entrevistas y desempeño continuo podría aumentar la satisfacción laboral, reducir la rotación y mejorar la capacidad de la organización para anticipar y adaptarse a crisis.
No todo es blanco. Fomentar soft skills presenta desafíos tangibles. Primero, medirlas no es tan directo como evaluar competencias técnicas. ¿Cómo cuantificar la adaptabilidad o la colaboración de un empleado? Las métricas tradicionales no siempre reflejan esas capacidades.
Además, en muchas culturas organizacionales y sectores productivos aún se otorga mayor valor a los resultados técnicos visibles o medibles, lo que puede relegar el desarrollo de las habilidades humanas. Cambiar esa percepción lleva tiempo, recursos y liderazgo comprometido.
También está la cuestión de la formación: no todos los programas educativos, ya sean universitarios o corporativos, están preparados para integrar el desarrollo de soft skills de manera efectiva. Requiere modelos pedagógicos distintos, evaluación personalizada y seguimiento a largo plazo.
En el contexto global, donde la IA y la automatización podrían reemplazar tareas rutinarias o técnicas, las habilidades blandas se perfilan como lo que queda como diferencial humano. Ser capaces de interpretar contexto, liderar equipos, adaptarse, innovar o pensar críticamente serán competencias que los empleadores buscarán cada vez más.
Además, en ambientes híbridos o remotos, donde la comunicación, la confianza y la coordinación se ponen a prueba, quienes poseen habilidades blandas fuertes tendrán ventaja para construir conexiones, mantener productividad y gestionar cambios inesperados.
Fuente: Harvard Business Review
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